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Puede sonar a película de ciencia ficción, pero es tan real como la vida misma. No sé si os habrá pasado alguna vez, eso de entrar en un bucle; una situación que parece no tener salida y que os provoca cierta ansiedad; ese momento en el que te arrepientes de cualquier decisión que has tomado y que te llevará a ser devorada por perros hambrientos una vez hayas perecido.
Resulta que el fin de semana que viene tengo una boda. Y cómo no, no tengo qué ponerme. Todos los vestidos que tengo ya me los he puesto para otras bodas del mismo grupo de amigos y no me gustaría repetir. En fin, que a pesar de los 42 centígrados y de mis pocas ganas de pasar calor, me voy de tiendas, con lo que eso me gusta…. Decidida por buscar algo rollo hippie, eso sí, hace poco me he hecho una permanente suave y ahora tengo el pelo ondulado, creo que además va muy acorde con mi estilo.
No tengo que explicaros mi anchísima relación con el mundo de la moda, la conocéis de sobra. ¿Qué me pruebo? Lo que creo que me va a dar la vuelta a la espalda -el deporte y la moda son incompatibles por mucho que los diseñadores se empeñen en hacer la ropa de mujer color rosa chicle y turquesa, pero eso es otro tema- ¿Qué me compro? Lo que me gusta, me importa un pito si es tendencia o moda –en realidad son dos conceptos que he aprendido este mes de agosto. Impresionante, ¿verdad?
Bien, me voy a un centro comercial para aparcar fácil y no pasar tanto calor. H&M, nada, además, todo de invierno; MANGO, ni te cuento, o estética para mi bisabuela o todo demasiado corto… qué fue del término medio. Entro a ZARA, donde para mi sorpresa encuentro un vestido bastante mono, así como de gasa, con manga larga transparente y lo suficientemente largo como para que me llegue al suelo llevando tacón… estampado hipilongui, como con unas hojas marrones sobre fondo rosa muy clarito y algún detalle en verde oscuro…. Miro la etiqueta, sólo llega hasta la talla L, pero tiene un 50% y es el único que queda.
Comienza mi aventura
Entro al probador, no había cola, sino hubiese dejado el traje. Para mi sorpresa, la segunda de la tarde, el traje me sube por los pies, así que no tengo problemas para estirar el puñetero forro. Con la espalda descubierta, el vestido se abrochaba con un pequeño botón a la altura del cuello. Me coloco las mangas, empiezo a sudar. Es el momento de abrochar el botón para ver qué tal queda. No llego, las mangas me impiden moverme. Me subo todo el vestido hasta el pecho y lo acomodo, abrocho el botón a ojo, me bajo el traje. ¡Oh! ¡Qué monada de vestido! Me quedaba perfecto. Hago un pataki delante del espejo para ver qué tal me queda por detrás….
Comienza mi cabreo
El vestido, por delante me quedaría de miedo, pero por detrás me quedaba como el culo. El botón no saltaba por la tensión de puro milagro, lo que provocaba una tirantez en la tela que casi me impedía respirar además de unas arrugas que casi cortaban de duras que estaban… Demasiado estrecho para mi espalda. Es el momento de sacarme el vestido…
Comienza mi pesadilla
Vueltas, vueltas y más vueltas sobre mí misma
. Un auténtico movimiento de rotación dentro de un probador minúsculo…. Un bucle sin salida que me obligaría remangarme el vestido, recoger mi ropa y salir corriendo de la tienda con él puesto…
Bueno, no sé si la historia acabó así. Cuando me desperté del golpe de calor estaba en el párking del centro comercial sudando como un pollo y con arañazos por todas partes…. Y del vestido… ni rastro…
Asco de bodas en verano…. de verdad. Yo tengo pesadillas sólo de pensar en todas esas telas masculinas incómodas para una boda a 35 grados, sábado tarde, humedad del 70% en pleno pueblo del interior de Levante…
Tienes razón. Es un suplicio.
Aunque menos mal que cada día se ven estilismos más sencillos…. camisas mas fresquitas y tal.
Pero aún asi es un trago.